Reflexiones con tristeza


Mejorar en algo la calidad de vida de adolescentes y jóvenes, incorporando a las políticas públicas el desarrollo de una perspectiva generacional, podría contrarrestar mínimamente la creciente inequidad social.

Por las calles de Argentina podemos ver caminar nuestro fracaso. En la Ciudad que queramos elegir, la más bella y la menos grata, la más alegre o la más triste, la antigua o moderna, la sucia o la limpia, la seguramente pobre o la supuestamente rica. En todas sin excepción y en los cuatro puntos cardinales caímos en la banquina de la inacción y del olvido irreparable para con nuestra adolescencia y juventud.

Porque es irreparable el lejano pasado del día de ayer como el inasequible de tres o cuatro décadas. ¿Qué tiempo nos queda con el cara sucia de cinco años que nos empuja en Lavalle mientras, en el tropiezo, otro de seis o siete nos arrebata el celular o la billetera? ¿Y con el otro, triste, andrajoso, incapaz hasta de un arrebato, que pide una moneda mientras su inconsciente sabe que da casi lo mismo recibirla o no porque el hambre, la miseria y la exclusión son su pasado, presente y futuro? .Pero no seamos pesimistas: sigamos teorizando.

Sabemos, y sino somos imbéciles, que nuestro país aun no pasó el tiempo del precalentamiento en muchas materias. Pero en pocas hemos sido tan ineptos como con la adolescencia y juventud que proclamamos venerar. Y mejorar en algo la calidad de vida de adolescentes y jóvenes incorporando a las políticas públicas el desarrollo de una perspectiva generacional, podría contrarrestar mínimamente la creciente inequidad social.

¿Qué elegimos?…Contemplación, análisis, investigación, hipótesis, declamación o, tal vez, acción, proyección, educación, salud, creatividad, autocrítica, inversión.

¿Inversión?…¡No!. El neoliberalismo seguramente determinó que eso corresponde a la esfera privada y no le ha ido mal con su elección. El narcotráfico se está haciendo cargo de nuestros jóvenes y adolescentes.

Es curioso que se escriba y hable (aunque no mucho) de estos grupos etarios que habrán de ser el eje central de conducción del país en una o dos décadas y se proyecte acerca de ellos, su cultura, su educación, su salud, su trabajo y se suponga que son y serán simplemente espectadores de su propio destino. Pocas veces se los supone actores y se les atribuye la potestad de imaginar con creatividad y de acuerdo a sus valores un futuro distinto, aunque se equivoquen y terminen aprendiendo por el viejo método de errar y corregir. ¿O es que nosotros hemos acertado?. Y si así fuera, si el 50 % de los casos desarrolla sus capacidades y aptitudes aceptablemente (porque el otro 50 % vive en la pobreza o indigencia) ¿A qué grupos económicos y sociales nos hemos estado dirigiendo? Es obvio e indiscutible que la insuficiente inversión se ha dirigido y dirige a los sectores mas adaptados mientras se abandona al resto.

Esto no es difícil de entender: Hace ya décadas que los Programas que se dirigen a ciertos grupos sociales están vinculados con su capacidad adquisitiva y el grupo social y cultural al cual pertenecen. En Salud, por ejemplo, acciones, instalaciones y recursos humanos pobres se destinan a poblaciones pobres, los medios para clases medias y los jerarquizados para las más altas a quienes sus seguros médicos no les cubran determinados servicios. Son los naturalmente incluidos. No hay tiempo, creatividad ni presupuesto para los excluidos.

Por el Dr Edgardo Morales info@meamomecuido.com 

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